En el
artÃculo anterior vimos como los poderes se funden en los detalles y se hacen
fuertes en ellos, y ahora intentaremos descubrir por qué esa obsesión por el
control minúsculo de las cosas brinda como resultado un control general al cual
es imposible escapar. Continuemos con el libro “Vigilar y Castigar”.
“La primera de las grandes operaciones de la
disciplina es, pues, la constitución de ‘cuadros vivos’ que transforman las
multitudes confusas, inútiles o peligrosas, en multiplicidades ordenadas. La
constitución de ‘cuadros’ ha sido uno de los grandes problemas de la tecnologÃa
cientÃfica, polÃtica y económica del siglo XVIII: disponer jardines de plantas
y animales, y hacer al mismo tiempo clasificaciones racionales de los seres
vivos; observar, controlar, regularizar la circulación de las mercancÃas y de
la moneda y construir asà un cuadro económico que pueda valer como principio de
enriquecimiento; inspeccionar a los hombres, comprobar su presencia y su
ausencia, y constituir un registro general y permanente de las fuerzas armadas;
distribuir los enfermos, separarlos unos de otros, dividir con cuidado el
espacio de hospitales y hacer una clasificación sistemática de las
enfermedades: otras tantas operaciones paralelas en que los dos constituyentes –distribución
y análisis, control e inteligibilidad- son solidarios el uno del otro”.
Hay en el párrafo
anterior definiciones muy claras, pero ojo, pueden llegar a volverse “tramposas”
si las analizamos con nuestros ojos “esclavos”. La disciplina viene a
instaurarse no para hacer tu vida más “vivible”, sino más bien, más
insignificante y menos peligrosa para ciertos poderes. Por ejemplo, cuando
dice: “la constitución de cuadros que
transforman las multitudes confusas, inútiles o peligrosas, en multiplicidades
ordenadas”, cuando dicen los poderes “confusas, inútiles, peligrosas” lo
dictan desde un punto de vista superior en la jerarquÃa social, es decir, no
pueden hacer uso de ti o en su defecto no pueden protegerse contra ti, y la
necesidad de instaurar un orden al que todos nos regimos les permite
interpelarnos a cada paso, controlar ese orden en el cual estamos envueltos,
esto queda muy claro también en el artÃculo anterior.
EL CONTROL DE LA ACTIVIDAD
“El empleo del tiempo es una vieja herencia. Las comunidades
monásticas habÃan sin duda sugerido su modelo estricto. Rápidamente se
difundió. Sus tres grandes procedimientos –establecer ritmos, obligar a ocupaciones
determinadas, regular los ciclos de repetición- coincidieron muy pronto en los
colegios, los talleres y los hospitales”.
Aquà vemos
que el estado moderno recibe el concepto de acumulación de horas “productivas”
por parte de sus ciudadanos desde las monarquÃas mismas, y el post bien podrÃa
girar y ¿Por qué no? Terminar en este párrafo, ya que la pregunta que surge de
la lectura del mismo es, ¿Para quienes nosotros como ciudadanos invertimos
horas y acumulamos con las mismas tanto, conocimiento, como dinero y demás?
“La disposición en ‘serie’ de las actividades
sucesivas permite toda una fiscalización de la duración por el poder: posibilidad
de un control detallado y de una intervención puntual (de diferenciación, de corrección,
de depuración, de eliminación) en cada momento del tiempo; posibilidad de
caracterizar, y por lo tanto de utilizar a los individuos según el nivel que
tienen en las series que recorren; posibilidad de acumular el tiempo y la
actividad, de volver a encontrarlos, totalizados, y utilizables en un resultado
último, que es la capacidad final de un individuo. Se recoge la dispersión
temporal para hacer de ella un provecho y se conserva el dominio de una
duración que escapa. El poder se articula directamente sobre el tiempo; asegura
su control y garantiza su uso”.
Aquà se
nota primero el planteamiento de un estado en donde, quien quiera ser parte del
mismo (y de forma obligatoria todos lo somos), debe ser un ente económico y
productivo activo, partiendo de allÃ, el poder es quien toma entonces el
control del tiempo, del tiempo mismo de nuestra vida, e indica sin derecho a réplica
como debe utilizarse el mismo. También, al dictar este tipo de control, cada
ser humano necesita prepararse para poder ser utilizado, a esto se refiere la
parte que dice “poder acumular el tiempo
y la actividad”, el párrafo es muy claro en dejar ver cómo somos un cuerpo
manipulado y disciplinado.
“’SerÃa preciso reinstaurar la disciplina nacional’,
decÃa Guibert: ‘El estado que describo tendrá una administración simple,
sólida, fácil de gobernar. Se asemejará a esas grandes máquinas, que por medio
de resortes poco complicados producen grandes efectos; la fuerza de dicho
Estado nacerá de su fuerza, su prosperidad de su prosperidad. El tiempo que lo
destruye todo aumentará su potencia. Desmentirá el prejuicio vulgar que hace
imaginar que los imperios se hallan sometidos a una ley imperiosa de decadencia
y de ruina’. El régimen napoleónico no está lejos, y con él esta forma de
estado que le subsistirá y de la cual no hay que olvidar que ha sido preparada
por juristas pero también por soldados, consejeros de estado y oficiales, hombres
de ley y hombres de campo. La referencia romana que ha acompañado a esta
formación lleva bien consigo este doble Ãndice: los ciudadanos y los
legionarios, la ley y la maniobra. Mientras los juristas o los filósofos buscaban
en el pacto un modelo primitivo para la construcción o la reconstrucción del
cuerpo social, los militares, y con ellos los técnicos de la disciplina,
elaboran los procedimientos para la coerción individual y colectiva de los
cuerpos”.
“La disciplina hace ‘marchar’ un poder relacional que
se sostiene a sà mismo por sus propios mecanismos y que sustituye la resonancia
de las manifestaciones por el juego ininterrumpido de miradas calculadas”.
El primero
de los dos párrafos anteriores tiene una parte cuasi silenciosa pero donde se
puede ver la fuerza y obligación con la que se impone un estilo de vida, en la
parte que dice “los ciudadanos y los
legionarios, la ley y la maniobra” hay que tomarla de la siguiente manera: las
leyes están para los ciudadanos y los legionarios para aplicar las maniobras
sobre aquellos sectores que no cumplan su ley, es decir, opresión, control y
obedecimiento ciego. Y aquà es donde entra el segundo párrafo de los anteriores,
que ejemplifica de qué forma fuimos mutando a lo largo de los años como especie
sometida por la misma especie, cuando dice “sustituye
la resonancia de las manifestaciones por el juego ininterrumpido de miradas
calculadas”, hace referencia a que vivimos nuestra vida analizando de forma
detenida las obligaciones que tenemos que cumplir, que no pedimos ni que
deseamos, pero que las creemos nuestras, y también exteriorizamos esta función,
obligando al resto de la ciudadanÃa a funcionar de la misma manera.
“En el taller, en la escuela, en el ejército, reina
una verdadera micropenalidad del tiempo (retrasos, ausencias, interrupciones de
tareas), de la actividad (falta de atención, descuido, falta de celo), de la
manera de ser (descortesÃa, desobediencia), de la palabra (charla, insolencia),
del cuerpo (actitudes ‘incorrectas’, gestos impertinentes, suciedad), de la
sexualidad (falta de recato, indecencia). Al mismo tiempo se utiliza, a tÃtulo
de castigos, una serie de procedimientos sutiles, que van desde el castigo
fÃsico leve, a privaciones menores y a pequeñas humillaciones”.
Todos
conocemos y hemos sufrido algún tipo de inconveniente por no hacer un uso
correcto del tiempo, hoy en dÃa, por ejemplo, esto esta tan metido en nosotros
que sentimos culpa por perderlo, y no vemos que el mismo se perderá de la misma
manera. Ahora una cosa (según el estado y los poderes) es perderlo aportando al
mismo y otra cosa cuestionable y desdeñable es perderlo por ejemplo en la búsqueda
de la felicidad.
Continuaremos
en otro artÃculo con el libro de Vigilar y Castigar.
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