Lo que "Vigilar y castigar" me dejo. Parte 5: Tu cuerpo manipulado y disciplinado.



En el artículo anterior vimos como los poderes se funden en los detalles y se hacen fuertes en ellos, y ahora intentaremos descubrir por qué esa obsesión por el control minúsculo de las cosas brinda como resultado un control general al cual es imposible escapar. Continuemos con el libro “Vigilar y Castigar”.


“La primera de las grandes operaciones de la disciplina es, pues, la constitución de ‘cuadros vivos’ que transforman las multitudes confusas, inútiles o peligrosas, en multiplicidades ordenadas. La constitución de ‘cuadros’ ha sido uno de los grandes problemas de la tecnología científica, política y económica del siglo XVIII: disponer jardines de plantas y animales, y hacer al mismo tiempo clasificaciones racionales de los seres vivos; observar, controlar, regularizar la circulación de las mercancías y de la moneda y construir así un cuadro económico que pueda valer como principio de enriquecimiento; inspeccionar a los hombres, comprobar su presencia y su ausencia, y constituir un registro general y permanente de las fuerzas armadas; distribuir los enfermos, separarlos unos de otros, dividir con cuidado el espacio de hospitales y hacer una clasificación sistemática de las enfermedades: otras tantas operaciones paralelas en que los dos constituyentes –distribución y análisis, control e inteligibilidad- son solidarios el uno del otro”.

Hay en el párrafo anterior definiciones muy claras, pero ojo, pueden llegar a volverse “tramposas” si las analizamos con nuestros ojos “esclavos”. La disciplina viene a instaurarse no para hacer tu vida más “vivible”, sino más bien, más insignificante y menos peligrosa para ciertos poderes. Por ejemplo, cuando dice: “la constitución de cuadros que transforman las multitudes confusas, inútiles o peligrosas, en multiplicidades ordenadas”, cuando dicen los poderes “confusas, inútiles, peligrosas” lo dictan desde un punto de vista superior en la jerarquía social, es decir, no pueden hacer uso de ti o en su defecto no pueden protegerse contra ti, y la necesidad de instaurar un orden al que todos nos regimos les permite interpelarnos a cada paso, controlar ese orden en el cual estamos envueltos, esto queda muy claro también en el artículo anterior.

EL CONTROL DE LA ACTIVIDAD

“El empleo del tiempo es una vieja herencia. Las comunidades monásticas habían sin duda sugerido su modelo estricto. Rápidamente se difundió. Sus tres grandes procedimientos –establecer ritmos, obligar a ocupaciones determinadas, regular los ciclos de repetición- coincidieron muy pronto en los colegios, los talleres y los hospitales”.

Aquí vemos que el estado moderno recibe el concepto de acumulación de horas “productivas” por parte de sus ciudadanos desde las monarquías mismas, y el post bien podría girar y ¿Por qué no? Terminar en este párrafo, ya que la pregunta que surge de la lectura del mismo es, ¿Para quienes nosotros como ciudadanos invertimos horas y acumulamos con las mismas tanto, conocimiento, como dinero y demás?

“La disposición en ‘serie’ de las actividades sucesivas permite toda una fiscalización de la duración por el poder: posibilidad de un control detallado y de una intervención puntual (de diferenciación, de corrección, de depuración, de eliminación) en cada momento del tiempo; posibilidad de caracterizar, y por lo tanto de utilizar a los individuos según el nivel que tienen en las series que recorren; posibilidad de acumular el tiempo y la actividad, de volver a encontrarlos, totalizados, y utilizables en un resultado último, que es la capacidad final de un individuo. Se recoge la dispersión temporal para hacer de ella un provecho y se conserva el dominio de una duración que escapa. El poder se articula directamente sobre el tiempo; asegura su control y garantiza su uso”.

Aquí se nota primero el planteamiento de un estado en donde, quien quiera ser parte del mismo (y de forma obligatoria todos lo somos), debe ser un ente económico y productivo activo, partiendo de allí, el poder es quien toma entonces el control del tiempo, del tiempo mismo de nuestra vida, e indica sin derecho a réplica como debe utilizarse el mismo. También, al dictar este tipo de control, cada ser humano necesita prepararse para poder ser utilizado, a esto se refiere la parte que dice “poder acumular el tiempo y la actividad”, el párrafo es muy claro en dejar ver cómo somos un cuerpo manipulado y disciplinado.

“’Sería preciso reinstaurar la disciplina nacional’, decía Guibert: ‘El estado que describo tendrá una administración simple, sólida, fácil de gobernar. Se asemejará a esas grandes máquinas, que por medio de resortes poco complicados producen grandes efectos; la fuerza de dicho Estado nacerá de su fuerza, su prosperidad de su prosperidad. El tiempo que lo destruye todo aumentará su potencia. Desmentirá el prejuicio vulgar que hace imaginar que los imperios se hallan sometidos a una ley imperiosa de decadencia y de ruina’. El régimen napoleónico no está lejos, y con él esta forma de estado que le subsistirá y de la cual no hay que olvidar que ha sido preparada por juristas pero también por soldados, consejeros de estado y oficiales, hombres de ley y hombres de campo. La referencia romana que ha acompañado a esta formación lleva bien consigo este doble índice: los ciudadanos y los legionarios, la ley y la maniobra. Mientras los juristas o los filósofos buscaban en el pacto un modelo primitivo para la construcción o la reconstrucción del cuerpo social, los militares, y con ellos los técnicos de la disciplina, elaboran los procedimientos para la coerción individual y colectiva de los cuerpos”.

“La disciplina hace ‘marchar’ un poder relacional que se sostiene a sí mismo por sus propios mecanismos y que sustituye la resonancia de las manifestaciones por el juego ininterrumpido de miradas calculadas”.

El primero de los dos párrafos anteriores tiene una parte cuasi silenciosa pero donde se puede ver la fuerza y obligación con la que se impone un estilo de vida, en la parte que dice “los ciudadanos y los legionarios, la ley y la maniobra” hay que tomarla de la siguiente manera: las leyes están para los ciudadanos y los legionarios para aplicar las maniobras sobre aquellos sectores que no cumplan su ley, es decir, opresión, control y obedecimiento ciego. Y aquí es donde entra el segundo párrafo de los anteriores, que ejemplifica de qué forma fuimos mutando a lo largo de los años como especie sometida por la misma especie, cuando dice “sustituye la resonancia de las manifestaciones por el juego ininterrumpido de miradas calculadas”, hace referencia a que vivimos nuestra vida analizando de forma detenida las obligaciones que tenemos que cumplir, que no pedimos ni que deseamos, pero que las creemos nuestras, y también exteriorizamos esta función, obligando al resto de la ciudadanía a funcionar de la misma manera.

“En el taller, en la escuela, en el ejército, reina una verdadera micropenalidad del tiempo (retrasos, ausencias, interrupciones de tareas), de la actividad (falta de atención, descuido, falta de celo), de la manera de ser (descortesía, desobediencia), de la palabra (charla, insolencia), del cuerpo (actitudes ‘incorrectas’, gestos impertinentes, suciedad), de la sexualidad (falta de recato, indecencia). Al mismo tiempo se utiliza, a título de castigos, una serie de procedimientos sutiles, que van desde el castigo físico leve, a privaciones menores y a pequeñas humillaciones”.

Todos conocemos y hemos sufrido algún tipo de inconveniente por no hacer un uso correcto del tiempo, hoy en día, por ejemplo, esto esta tan metido en nosotros que sentimos culpa por perderlo, y no vemos que el mismo se perderá de la misma manera. Ahora una cosa (según el estado y los poderes) es perderlo aportando al mismo y otra cosa cuestionable y desdeñable es perderlo por ejemplo en la búsqueda de la felicidad.
Continuaremos en otro artículo con el libro de Vigilar y Castigar.


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