Este libro es uno de esos que todos llaman “imprescindibles”,
y fue así, en esa búsqueda de lecturas que pudieran deslumbrarme como llegue a
él. Y para ser sinceros, mientras uno se encuentra leyéndolo tiene la sensación
que él mismo no termina de llenar o de responder “por toda esa espectacularidad”
que le dan las diversas opiniones, pero analizándolo con ciertos parámetros y
contextos, es un libro imprescindible para la comprensión del proceso del
raciocinio y su evolución; y, desde ya, esta demás decir que fue escrito por un
genio.
La obra que Descartes entregó al mundo en el año 1637 es una
respuesta si se quiere inevitable a los silogismos que regían en la época. Para
entender esto debemos comprender el contexto de entonces y el conocimiento
brindado desde los poderes y, además, un conocimiento dogmático y servido con
un énfasis que no daba margen a nuevas vías de adquisición de la verdad.
El contexto en el cual se encontraba “el conocimiento”.
“En el contexto
anterior a la obra de Descartes, la filosofía de la edad media profesaba una
concepción de la realidad que aliaba las creencias del dogma cristiano a
importantes materiales de la especulación griega. Esto es, la silogística se
convirtió en el instrumento por excelencia de la averiguación, y este sistema,
entra en crisis al final de la Edad Media.
Al generalizarse la
convicción de que los métodos medievales eran inadecuados para la conquista de
la verdad, se impugna la eficacia de la silogística aristotélica, dominante en
ellos, y se procura descubrir nuevos recursos metodológicos aptos para aprender
la realidad de manera directa y segura, sin suposiciones extrañas a la investigación
misma. El renacimiento proclama el derecho de la inteligencia de las cosas por
sus propios métodos. En cuanto a los métodos de investigación y de pensamiento
que luego pondrá en práctica la plena Edad Moderna, sólo serán establecidos al
final de Renacimiento, por Bacon y Descartes”.
Entonces, analizando el contexto, vemos que las “mentes”
inquietas están cansadas del conocimiento dogmático, el cual no es suficiente para
encontrar “la verdad”. Sobre esto escribe Francisco Sánchez en “Que nada se
sabe (1581)”, en el cual dice:
“Desde mi
primera edad, aficionado a la contemplación de la naturaleza, dime a inquirir
minuciosamente sus secretos, y aunque al principio mi espíritu, ávido de saber,
solía contentarse con el primer manjar que de cualquier modo se le ofreciese,
no se pasó mucho tiempo sin que, presa de grave indigestión, comenzase a
arrojar afuera de sí tan mal condicionados alimentos. Comencé entonces a buscar
algo que mi mente pudiera asimilar y comprender con facilidad y exactitud, algo
en cuyo conocimiento y certidumbre hallara luz y reposo, mas nada encontré que a
llenar viniera mis deseos. Revolví los libros de los autores pasados,
interrogué a los presentes; cada cual decía una cosa distinta; ninguno me dio
respuesta que del todo me satisficiese. Confieso que en algunos avizoré y
entreví ciertas sombras y chispazos de verdad, pero ni uno solo me mostró,
sincera y definitivamente, la verdad absoluta, ni aun me dio un juicio recto y
desinteresado de las cosas. Entonces me encerré en mí mismo, y poniéndolo todo
en duda y en suspenso, como si nadie en el mundo hubiese dicho jamás nada, empecé
a examinar las cosas en sí mismas, que es la única manera de saber algo. Me remonté
a los primeros principios, tomándolos como punto de arranque para la contemplación
de los demás, y cuanto más pensaba más dudaba: nunca pude adquirir conocimiento
perfecto”.
Y a lo cual Descartes mismo agrega:
“Finalmente, si prescindes de lo que hay en nosotros o
es hecho por nosotros, el más cierto conocimiento es el que se hace por los
sentidos, y el más incierto de todos el que ocurre por el discurso; pues éste
no es verdaderamente conocimiento, sino tanteo, duda, opinión, o conjetura”.
Bien, entonces llegamos a ese punto en la historia en que el
conocimiento y los caminos para obtener el mismo son puestos en duda a tal
punto que los mismos llegan a desaparecer de la práctica. Y allí es donde
entra, al final del renacimiento, la obra de Descartes, la cual analizaré a continuación.
Análisis de la obra.
Empecemos por un fragmento de la segunda parte del discurso
del método:
“Me convencí de que
realmente no tendría justificación que un particular concibiera el propósito de
reformar un Estado cambiándolo todo desde los fundamentos y derribándolo para
volverlo a levantar; ni aun tampoco reformar el cuerpo de las ciencias o el
orden establecido en las escuelas para enseñarlas; pero que, respecto de todas
las opiniones que yo había recibido hasta entonces en mi creencia, yo no podía hacer
mejor que acometer de una vez la tarea de eliminarlas, a fin de poner en su
lugar después, o bien otras mejores, o bien las mismas, cuando yo las hubiera
ajustado al nivel de la razón. Y yo creí firmemente que, por este medio, lograría
conducir mi vida mucho mejor que limitándome a construir sobre viejos cimientos
y apoyándome solamente en principios que me había dejado inculcar en mi juventud
sin haber examinado nunca si eran verdaderos. Pues, aunque yo notara en eso
diversas dificultades, no eran empero insalvables ni podían compararse a aquellas
con que se tropieza en la reforma de las menores cosas que afectan a lo público.
Esos grandes cuerpos son harto difíciles de volver a levantar una vez
derribados, o aun apuntalar cuando se tambalean, y sus caídas solo pueden ser
muy violentas”.
Descartes se da cuenta de la falencia que existe en el
conocimiento establecido tanto a nivel estatal y educativo, pero sabe bien que
incurrir en la titánica tarea de modificar semejantes cuestiones es imposible, y,
por lo tanto, lo único que puede hacer es él mismo no incurrir en afirmaciones
y verdades dudosas y allí es donde se genera el quiebre, en donde pone en duda
todo lo que aprendió y se embarca en la tarea de encontrar las verdades de las
cosas, también en el párrafo anterior vemos de qué modo está narrada la obra,
Descarte nunca nos dice la “la verdad es esto, debido a que”, sino que más
bien, él nos relata el método que utiliza cuando se encuentra en la búsqueda de
la veracidad de una regla o afirmación.
Volviendo otra vez al párrafo anterior, Descartes comienza
entonces la gran tarea de “desprenderse” de las seguridades que las verdades de
la época ofrecían, y no solo eso, sino que, además, teniendo la oportunidad
intelectual de colocarse “por encima” del resto al descubrir los errores de los
dogmas, entiende bien que no es una tarea para cualquiera y a efecto de esto
dice lo siguiente:
“La sola resolución de
desprenderse de todas las opiniones que uno ha recibido antes en su creencia,
no es un ejemplo que cada cual deba seguir; y el mundo casi se compone
solamente de dos clases de espíritus a quienes no conviene en modo alguno, a
saber: los que, creyéndose más hábiles de lo que son, no pueden menos que
precipitar sus juicios ni tienen paciencia suficiente para llevar por orden
todos sus pensamientos: de donde resulta que, si una vez se hubieran tomado la
libertad de dudar de los principios que recibieron y apartarse del camino común,
jamás podrían seguir el camino que es preciso tomar para ir mas derecho, y permanecerían
extraviados toda su vida; luego, aquellos que, teniendo bastante razón o
modestia para juzgar que son menos capaces de distinguir lo verdadero de lo
falso que aquellos otros por los cuales pueden ser instruidos, deben
contentarse más bien siguiendo las opiniones de estos otros en lugar de buscar
mejores por sí mismos”.
Este párrafo es brillante, y desde mi punto de vista,
Descartes juega casi con la noción de peligro que existe en “darse cuenta” del
error de lo establecido, y de querer encontrar resultados mejores por cuenta
propia. Pero, ¿Qué es este peligro? Simplemente, que no es para cualquier mente
salir a buscar una verdad más haya de todo lo establecido, hay, creo, un fino límite
entre la genialidad que esto requiere y la locura o el desvarió total, y creo
que, si Descartes no lo pone explícitamente es por su caballerosidad, pero
entiende él mismo y sabe que no es para cualquiera, o, mejor dicho, entiende
que un hombre no necesita eso en su vida.
Continuemos entonces con el libro, y la segunda parte del
discurso, en donde, explicaciones sobre el conocimiento tomado como cierto en
aquella época:
“De suerte que sin disputa es la costumbre y el ejemplo lo
que nos persuade, más que un conocimiento cierto, y, no obstante, la pluralidad
de votos no es una prueba que valga nada para las verdades un poco incomodas de
descubrir, porque es mucho más verosímil que las haya encontrado un solo hombre
que todo un pueblo”.
En el párrafo anterior Descartes explica que, las costumbres
son tomadas por verdades, y que, la masiva aceptación no es algo que sirva como
prueba irrefutable a la hora de encontrar, decir o exponer una verdad.
Los 4 pasos de su método.
Ya hablamos sobre el contexto, las formas de adquirir
conocimientos y verdades en ese contexto, y lo que Descartes piensa y descubre
sobre el mismo. Es el turno entonces de exponer, en palabras del filósofo, su
explicación del método que utiliza él mismo:
- “El primero consistía en no admitir jamás nada por verdadero que no conociera que evidentemente era tal; es decir, evitar minuciosamente la precipitación y la prevención, y no abarcar en mis juicios nada más que lo que se presentara tan clara y distintamente a mi espíritu que no tuviera ocasión de ponerlo en duda”.
- “El segundo, en dividir cada una de las dificultades que examinara en tantas partes como fuera posible y necesario para mejor resolverlas”.
- “El tercero, en conducir por orden mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer para subir poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuesto, y aun suponiendo orden entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros”.
- “Y el último, en hacer en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que tuviese la seguridad de no omitir nada”.
¿Por qué fue una obra tan importante?
Para entender esto, NUNCA debemos olvidarnos del contexto,
un contexto en el cual los dogmas reinaban, las costumbres se imponían sobre la
justicia y sobre el descubrimiento de la verdad, en ese punto, Descartes se
aparta de todo eso, y planifica un método de investigación totalmente distintos
a los existentes, método que, por lo efectivo del mismo, es implementado luego
por distintas ciencias y por distintos pensadores, su obra, es una guía de hace
400 años totalmente actual, ya que nos organiza los pasos a realizar para
adquirir nuevo conocimiento y para descubrir si aquello que buscamos es verdad
o no.
Quizás esto parezca poco o nada, pero en verdad, es algo importantísimo,
Descartes crea otra forma de ver las cosas en un mundo súper cerrado.
Y, por último, una pequeña reflexión también extraída de
este gran libro:
“Creo que es
precisamente en esto en lo que consistía el secreto de esos filósofos que en
otros tiempos pudieron sustraerse al dominio de la fortuna y, a pesar de los
dolores y la pobreza, competir con sus dioses en la felicidad. En efecto,
dedicados sin cesar a considerar los límites que les había prescrito la
naturaleza, se convencían de que, salvo sus pensamientos, nada dependía de ellos
tan perfectamente que eso solo les bastaba para impedirles sentir afecto por
otras cosas; y disponían de ellos tan absolutamente que en eso tenían alguna razón
para considerarse más ricos, más poderosos, más libres y más felices que
ninguno de los demás hombres que, no teniendo esa filosofía, por más que la
naturaleza y la fortuna los favorecieran, no disponían nunca de todo lo que querían”.
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