El consumismo, el progreso y la meritocracia. Parte I


Este título podría ser bien traducido como: “pilares de la sociedad moderna para sostener y sostenerse en el sin sentido de la existencia convertida en absurda por el sometimiento legal y estatal”. Pero me parece algo demasiado largo para diferir y entender que aquí hablaré sobre la mentira del consumismo, de un progreso futuro y la justificación a modo de absolución de la meritocracia.
La postura de este artículo está colocada en un lugar, que a modo de crítica y a modo de reflexión, ataca a todo gobernante, economista y a todo discurso que pronostica equivalencias justas entre la sociedad, basándose en los pilares del consumismo, el progreso y la meritocracia. Entonces, aclarado desde donde hablaré, primero veamos la mentira subjetiva de estos conceptos y luego, su uso y su realidad físicamente imposible. 

Consumismo.


  • ¿Vivimos o solo consumimos?
  • Consumir implica “ser parte” o “tener vida”.
  •  El deseo tiene que estar en constante movimiento.
  • El consumidor se convierte en consumible.

¿Deja de existir el consumo si muere la sociedad?

“El problema” son los símbolos que la sociedad moldea dentro del individuo para que la vida de este último tenga sentido, por lo tanto, aunque no pareciera, el consumismo tiene en parte una autenticidad humana virtual, y esto es lo que cada uno lleva dentro, y esa virtualidad interna (subjetiva si se quiere) es manipulada por el factor externo: la sociedad. Y este factor interior es puesto allí desde el primer momento en que el “ser” humano deja de “ser” y es categorizado como sujeto de derecho.

El deseo tiene que ser inquieto.

Una de las partes fundamentales del consumismo es ni más ni menos que el olvido, sin el uso del olvido, el deseo no puede moverse y un deseo que no se mueve es un pecado capital dentro de una sociedad de consumo.
El sistema y el consumismo fracasarían en su objetivo si el individuo logra llegar a ser feliz, ya que la cadena se cortaría, la satisfacción plena sería objetiva y no habría necesidad de consumo, es decir, el sistema, la sociedad, el consumo, buscan siempre llevarte “hacía delante”, y alejarte del camino de la felicidad, te necesitan vacío, para ofrecerte soluciones temporales a ese vacío, y por supuesto, deberás trabajar toda tu vida para esa felicidad momentánea, cuasi efímera.

Trasposición del valor de ser.

Para que la cadena de consumo se fortalezca aún más, el individuo, y también su virtualidad interna creada por la institución social externa, debe, inconscientemente y de forma infrenable, volverse él mismo un producto de consumo, y allí es donde se logra la trasposición del valor, donde no solo está el dese contante de consumir, sino que, además, aquello que consumimos nos agrega valor a nosotros mismos como individuos. Es decir, lo que consumimos “aumenta” nuestra propia pertenencia en el sistema social, logrando que nos auto percibamos (esto es ego) como sujetos de mayor valor, capacidad, poder, intelecto, verdad, etc.; frente a otros que tengan una menor capacidad de consumir, y, además, que la sociedad casi en su totalidad, nos perciba como individuos de valor o importantes dentro de la misma (esto es más ego aún). Consumir te permite “ser” una parte activa de la sociedad, y si realizas el atrevimiento, por consciencia o por mala suerte, de no consumir, pasas a ser a ojos de la sociedad, una simple “plaga” y un operante dentro de la sociedad misma, una carga.

¿Y qué pasa cuando un político te habla de mayor o menor consumo?

Ya he dado mi punto de vista sobre cualquier tipo de consumo y la mentira del mismo, por tal motivo, si intento analizar si es verdad “aquel” consumo del que habla ‘X’ político, sería una repetición de lo expuesto más arriba en este artículo, y, por lo tanto, no lo voy a hacer.
Lo que quiero hacer es “jugar” con el concepto de consumismo e imaginar que el mismo es el objetivo máximo, y que es también el sentido de la existencia del ser humano. Entonces, partiendo desde aquí, “jugando” con la importancia suprema de consumir, afirmo que, así y todo, sea cual sea el político, nos mienten en su promesa de consumo “equitativo” de todas las clases sociales, y de hacernos crecer a cada uno de nosotros a un nivel tal que cada mes podremos consumir más y más, hasta llegar al nivel europeo o latinoamericano. Bueno, todo esto es una gran mentira y es una cuestión simplemente matemática.
Aquí dejaré de lado conceptos como el ‘ingreso medio per cápita’ ya que es muy sencillo descubrir las falsedades del mismo y el vacío que esa forma de medición tiene con la redistribución de la riqueza. Hablaré específicamente de recursos naturales.
Y para eso analicemos el siguiente gráfico:

Si bien la gráfica es del año 2018, según estudios este proceso crece a pasos agigantados con cada año que pasa.
¿Pero que dice la gráfica?
Vamos a tomar a Qatar de ejemplo ya que es el primero de la lista; la gráfica nos indica que, si todos los países del mundo consumiéramos como Qatar, harían falta casi seis planetas y medio. Esto es que cualquier tipo de discurso que intente convencernos de que los países pobres, gracias al capitalismo y al libre mercado, pueden consumir como Francia, es mentira completamente, ya que harían falta tres planetas tierra para eso.
¿Y tú crees que esos países que solo tienen déficit en su consumo van a ser tan buenos como para que los países más pobres puedan progresar? ¡Claro que no! La regla del capitalismo es cada cual con lo suyo, entonces el consumo y el nivel de consumo es un verso más de todo político, sin importar si es de izquierda o de derecha.

Publicar un comentario

0 Comentarios