Lo que “Vigilar y castigar” de Michael Foucault me dejo.


Hace unos meses, quizás entre siete u ocho meses, terminé de leer la obra de Michael Foucault, escrita en el año 1975.

La misma puede parecer una minuciosa e intelectual descripción sobre que tan sometidos estamos, y de hecho, es lo que me pareció en primera medida, además, claro, de despertar en uno un deseo de cambio, o mejor dicho, sueños de cambios referidos u orientados a difuminar de una vez y para siempre esta máquina picadora de carne que llamamos sociedad, estado, democracia, vida, entre otros nombres.
Como decía, esa fue la primera impresión que tuve, hasta que vi una entrevista de Foucault en youtube, donde él mismo dice que sus libros son todo lo contrario, así que en esta serie de artículos referidos a vigilar y castigar, iré interpretando distintas partes del libro que llamaron mi atención y finalmente intentaré descubrir por que Foucault dice que sus libros son todo lo contrario a lo mencionado en el párrafo anterior.


¿De qué trata vigilar y castigar?

El libro realiza un análisis histórico sobre las distintas formas de la evolución del proceso penal que hoy nos rige, pero no es simplemente un listado de descripciones históricas sobre hechos claves para el derecho legal, es eso y mucho más, debido a que Foucault busca las causas ocultas detrás de cada nuevo “experimento” legal y detrás de cada ley nueva. ¿Cual es el objetivo? ¿Cual es el castigo? ¿A quien beneficia semejante derecho? ¿Por quienes fue impuesto?
Con la evolución del proceso penal y del derecho a lo largo de la historia de la humanidad, el libro nos deja ver que el mismo siempre tuvo un mismo fin: más que hacer justicia, mantener bien en la cima del poder a sus ocupantes y a los ejecutores de este último.
Ahora es un buen momento para comenzar a analizar distintas partes del libro de Foucault, Vigilar y Castigar:

“Si el suplemento de poder del lado del rey provoca el desdoblamiento de su cuerpo, el poder excedente que se ejerce sobre el cuerpo sometido del condenado, ¿no ha suscitado otro tipo de desdoblamiento? El de un incorpóreo, de un “alma”, como decía Mably. La historia de esta microfísica del poder punitivo sería entonces una genealogía o una pieza para una genealogía del alma moderna. Más que ver en esta alma los restos reactivados de una ideología, reconoceríase en ella más bien el correlato actual de cierta tecnología del poder sobre el cuerpo. No se debería decir que el alma es una ilusión, o un efecto ideologico. Pero sí que existe, que tiene una realidad, que está producida permanentemente en torno, en la superficie y en el interior del cuerpo por el funcionamiento de un poder que se ejerce sobre aquellos a quienes se castiga, de una manera más general sobre aquellos a quienes se vigila, se educa y se corrige; sobre los locos, los niños, los colegiales, los colonizados, sobre aquellos a quienes se sujeta a un aparato de producción y se controla a lo largo de toda su existencia. Realidad histórica de esa alma, que a diferencia del alma representada por la teología cristiana, no nace culpable y castigable, sino que nace más bien de procedimientos de castigo, de vigilancia, de pena y de coacción. Esta alma real e incorpórea no es en absoluto sustancia; es el elemento en el que se articulan los efectos de determinado poder y la referencia de un saber, el engranaje por el cual las relaciones de saber dan lugar a un saber posible, y el saber prolonga y refuerza los efectos del poder”.

En la párrafo anterior, Foucault comienza a describir en el libro el nacimiento en nosotros de una especie de alma, eso no es difícil de ver, pero si es importante entender el tipo de “alma” que nace y acompaña a la persona a lo largo de su vida, y si bien el libro lo deja ver más adelante, aquí es donde se comienza a hablar de uno de los efectos del exceso de poder ejercido sobre cada individuo, ese efecto, es el “alma” pero en relación inseparable con el saber de ese individuo con alma nueva, y de ese saber que llega al cuerpo humano a modo de auto control y consciencia sobre los deberes no solo propios, sino también ajenos.
¿Por qué dice que el “saber prolonga los efectos del poder”? el hecho de poder poseer un conocimiento, en este caso, no tiene un buen fin debido a lo siguiente: Si yo conozco los límites, se donde puedo detenerme sin correr riesgos (y sin amenazar al poder detrás de los límites), y además, se donde terminan también los límites del resto de los ciudadanos, eso me permite a mí, denunciar y/o indicar quien esta rompiendo o amenazando con romper los límites conocidos, esto es un poco la siguiente y aberrante reflexión generalizada: “Yo soy un ciudadano honrado (quizás exclavo, en demasia, y sin embargo), como no voy a denunciar ante las autoridades las deshonras y los peligros”.
En el párrafo de arriba ya se puede ver un poco la “materia” con la cual esta creada esa nueva alma resultante del poder excedente sobre un ciudadano.

¿Y, a que viene todo esto?

Foucault, al comienzo del libro, cuenta el caso de Rober Francois Damiens, y aunque si bien habla sobre el desdichado condenado a muerte, hace más énfasis en la mecánica de su ejecución y los efectos de la misma.
Damiens fue condenado a muerte y cumplió su sentencia pagando la pena de apuñalar al rey, de la siguiente manera: en un primer momento fue torturado con tenazas al rojo vivo, la mano con la cual sujeto el cuchillo en el momento del crimen fue quemada con azufre, sobre sus heridas en carne viva se vertió cera derretida, plomo y aceite hirviendo. Sus extremidades fueron atadas a sogas en donde, cada una, era tirada por los músculos de un caballo, el fin, por supuesto era separar sus extremidades, pero las mismas no cedieron con facilidad. Luego de horas sin resultados, los verdugos cortaron los ligamentos para facilitar el desmembramiento del cuerpo, y finalmente su torso fue arrojado a la hogera.
Este suplicio era de acceso público, las madres podían asistir con sus hijos y no había, en el “recinto” del patíbulo restricción alguna de acceso para que los campesinos de la epoca asistiesen y atestiguen con sus ojos el castigo por los distintos crímenes. Sobre el cadalso un cuerpo mutilado aún con vida, y con los pies en la tierra, observando, la población, insconsciente del “alma nueva” que en ellos crecía.
El suplicio según el libro:

¿Qué es un suplicio? “Pena corporal, dolorosa, más o menos atroz”, decía Jaucourt, que agregaba: “Es un fenómemno inexplicable lo amplio de la imaginación de los hombres en cuestión de barbarie y crueldad”.
El suplicio judicial hay que comprenderlo también como un ritual político. Forma parte, así sea en un modo menor, de las ceremonias por las cuales se manifiesta el poder.
Y, ¿Cuál es entonces el fin de semejante ritual?
La atrocidad de la expiación organizaba la reducción ritual de la infamia por la omnipotencia. El hecho de que la falta y el castigo se comuniquen entre sí y se unan en la forma de la atrocidad, no era la consecuencia de una ley del talión oscuramente admitida. Era el efecto, en los ritos punitivos, de determinada mecánica del poder: de un poder que no sólo no disimula que se ejece directamente sobre los cuerpos, sino que se exalta y se refuerza con sus manifestaciones físicas; de un poder que se afirma como poder armado, y cuyas funciones de orden, en todo caso, no están enteramente separadas de las funciones de guerra; de un poder que se vale de las reglas y las obligaciones como de vínculos personales cuya ruptura constituye una ofensa y pide venganza; de un poder para el cual la desobediencia es un acto de hostilidad, un comienzo de sublevación, que no es en su principio muy diferente de la guerra civil; de un poder que no tiene que demostrar por qué aplica sus leyes, sino quiénes son sus enemigos y qué desencadenamiento de fuerza los amenaza; de un poder que, a falta de una vigilancia ininterrumpida, busca la renovación de su efecto en la resonancia de sus manifestaciones singulares; de un poder que cobra nuevo vigor al hacer que se manifieste ritualmente su realidad de sobrepoder.

Ya que en aquella época no existía una forma de control permanente y total (como si lo permite la tecnología hoy en día), este ritual del suplicio, con el condenado gritando y los espectadores observando, funciona a modo de mensaje que grita: “Mira lo que puedo hacerte si desobedeces”.
Para entenderlo, pensemos en el condenado citado más arriba, Damiens, ¿ustedes creen que si hubiera apuñalado a un vagabundo hubiera recibido tales torturas? su crímen, para su propia desgracia, fue tomado como: “No atacaste a un ser humano, sino peor, atacaste al poder reinante”. Y su ritual de ejecución puede llegar a ser bien, donde también comienza a crecer ese “alma” en cada individuo, la cual mencionamos casi al comienzo de este artículo.
Aún queda mucho más por ver analizar de “Vigilar y Castigar”, y lo seguiré haciendo en los siguientes posts.

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