Esta semana ha sido bastante más “cansadora” que otras, no
sé bien porque se dio de esa manera y tampoco sé cómo es que la rutina normal
de todas las semanas y los días laborales puede fatigarme a veces mucho y otras
veces bastante menos.
La cuestión es que he sentido un cansancio insistente desde
el lunes pasado, y hoy, al fin último día de la semana, el cansancio es como el
que tenemos todos, algo “esperanzador”, ese mínimo esfuerzo de sobra para poder
terminar el día sin conflictos y un saludo “hasta el lunes”.
Lo que me apena de los días así, sin ganas de nada, es que
escribo poco, muy poco, y me castigo muchísimo por tal cuestión; la escritura
para mí es un juego y si no puedo jugar siento que me muero un poco más cada
día que pasa sin escribir, allí es donde entro en conflicto con las
responsabilidades, pero bueno, ese es otro tema.
Imagínense la aplastante rutina de esta semana que lo más
destacado es la foto de la portada. Una paloma, criada por uno de mis hermanos
por parte de padre (ya hablaré sobre él), que viene a visitarnos todos los días
en busca de su comida.
Sin embargo, hay cosas de la rutina que destaco y que son
valiosas, trabajar en un proyecto que te gusta, y con gente positiva. Sucede
que la rutina cansa, pero si no existieran estas cosas buenas, sería un
suicidio, y sin duda preferiría otros riesgos a tan abrumadora seguridad.
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