Un poeta poco conocido, Rubén Sevlever.

Seis años atrás me encontraba colaborando con un centro cultual de barrio, allí hacíamos distintas actividades con niños en situaciones sociales complejas, como por ejemplo: ayudarles a terminar su tarea del colegio, darles una merienda, y luego, distraerlos con distintos juegos y lecturas o películas. 
Había en ese viejo galpón, una biblioteca que nunca llegaba a realizarse, es decir, nunca llegaba a ser biblioteca por distintas cuestiones legales, técnicas, burocraticas; pero sí que estaba llena de libros.

Allí logré encontrar a un poeta rosarino del que nunca había escuchado, el cual se llama Rubén Sevlever. A mi parecer, un poeta extraño, con su propia rima y tempo, que comparado con la poesía contemporanea, esta a años luz; así y todo, no se por qué motivos, aún me sigo resistiendo a muchos de sus versos cada vez que los releo, pero si puedo ver que fue en gran escritor. 


 

¿Quién es Rubén Sevlever?

Rubén Sevlever nació en Rosario en 1932. Vivió hasta los 25 años en la ciudad de Santa Fe. De regreso a Rosario, realizó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras, y dirigió entre 1958 y 1961 la revista Pausa, dedicada exclusivamente a la poesía. Fue librero y periodista. En 1966 publicó su primer libro Poemas 1956-1964. En 1967 se adjudicó por concurso la beca del Fondo Nacional de las Artes presentando Enjambre de palabras como trabajo final. En 1981 la misma obra ganó el Premio Trienal de Poesía José Pedroni. Murió en Rosario en 2011. Póstumamente se publicaron en 2012 Poemas elegidos y otros escritos, y en 2017 El poema no es. Poesía reunida
  

Algunos de sus poemas:


Tríptico
I
Relumbra la luna
el claro salvavidas de mi muerte;
estos gajos silenciosos
que sin cesar arranco
del árbol sonoro.

II
El ministerio profundo de la tierra anima
los espigados mensajes;
el fruto núbil exalta
la consagración,
el acto de ser alimento.

III
No importa de dónde vienes
Oh rosa, girando en mi dirección;
la vía láctea
también fulge sobre mi mano
sin origen. 

Qué oleajes
Qué oleajes pueden, de pronto,
de ti, de mí,
iluminar el sendero;
qué vertientes remotas ascienden
entre los graves vaivenes definitivos
y nos inclinan
a los rituales inalcanzables,
a las profundas moderduras 
de lo intangible? 

La noche
La noche no es un gigante.
Es una pluma. Una brillante armonía desmenuzada.
Un rostro que sigiloso avanza.
La noche en esta ceniza que arde,
que remueve sutiles infiernos
hacia el terciopelo sin límites,
hacia los vientos que de perfil no temen
el rozar umbroso de los cometas,
de los simples cuerpos que rodando queman.
La noche no es esta lengua plana,
este miedo de volver en los peldaños
la espalda tiesa.




 

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