Esta pregunta me surge por la duda de saber si la dignidad
es un valor y/o cualidad auténtica de la propia persona denominada como “digna
de”.
Al cuestionar la autenticidad de la dignidad me refiero a lo
siguiente: “la dignidad más que surgir de la naturaleza humana es una forma de
calificación externa, y, por lo tanto, inventada”. Entonces si es un medio
inventado como herramienta calificativa, es viable un análisis sobre la misma
bajo los siguientes conceptos: ¿Qué es la dignidad? ¿Qué varas de medición son
utilizadas para con la misma? ¿Qué jueces y desde que posición son colocados
los juicios sociales del ser digno? E igual de importante ¿Cuál es el fin de
esta forma de medición que entendemos cómo dignidad?
¿QUE ES LA DIGNIDAD?
Vamos a comenzar entendiendo y conociendo que es lo que dice
la RAE (real academia española) respecto a la dignidad:
- Cualidad propia de la condición humana de la que emanan los derechos fundamentales, junto al libre desarrollo de la personalidad, que precisamente por ese fundamento son inviolables e inalienables.
- Valor del hombre y fin supremo de todo el derecho y acción del estado.
- Límite mínimo e indispensable a la regulación de los derechos fundamentales que debe ser protegido.
- Fundamento de los derechos fundamentales, del orden político y de la paz social.
En el punto uno, la RAE dice que la dignidad es parte de la
condición humana, pero en sus siguientes tres o cuatro palabras se contradice
al decir “de la que emanan los derechos fundamentales”, porque si la dignidad
es el origen de los derechos más importantes, en la teoría suena bien, pero en
la práctica, esos derechos son creados por un juicio individual sobre que es la
dignidad, entonces, antes que condición humana, en esta descripción la dignidad
es más bien el resultado de una interpretación. ¿A qué me refiero? Que los
derechos de un hombre digno son entonces establecidos por el juicio de uno o más
hombres ubicados en una posición jerárquica que les permite según sus propias
percepciones e intereses, designar los parámetros del ser digno. Un ejemplo de
esto se daba en el derecho Romano: en donde, en la sociedad romana, la dignidad
tenía un carácter clasista, ya que, en ella, los esclavos no eran libres ni
sujetos de derecho, debido a que no eran reconocidos como personas, es decir,
humanos. En aquel entonces se destacaba que “persona” era el ser humano que tenía
la capacidad de ser libre y activo, y a la vez, se negaba la calificación de
persona al esclavo, ya que este último era visto como un instrumento de
trabajo, es decir, un objeto carente de libertad, a las órdenes del amo, quien,
por supuesto, sí que era un ser digno.
En el segundo punto, la RAE, también incurre en una descripción
poco clara, ya que, si tomamos la filosofía de Kant sobre la dignidad, en
donde: “el hombre es un fin en sí mismo, no un medio para uso de otros
individuos”, la intervención del derecho y el estado como controladores y
defensores de la dignidad implica un uso explícito de los individuos, ya que un
estado viviente necesita para sobrevivir de la acción de sus ciudadanos y a su
vez los ciudadanos se ven obligados a seguir los parámetros de dignidad sistemática
declarados por el ente estatal, generándose un intercambio en el objeto o
argumento del fin: el fin último del estado no es el hombre, sino su propia supervivencia,
y el fin (digno) último del hombre es sobrevivir como sea dentro de un cuerpo
estatal y sistemático, es decir, “ser alguien”; por otra parte, el derecho
dicta las reglas de juego, poniendo límites dignos e interpelando a los
ciudadanos en el ejercicio de defensa de la ciudadanía. Esto deja ver que, el
estado no busca el desarrollo personal auténtico, sino que impone unas pautas,
la de servir y producir; y, el derecho, controla, y, por lo tanto, derecho y
estado no pueden existir si existe la dignidad y viceversa.
Desde mi posición, la dignidad es un estado constante y
consciente de autenticidad con la propia naturaleza del individuo, al nacer,
esta naturaleza es puesta a un lado y reemplazada, debido a que pasamos a ser
sujetos de derecho. Es la pérdida primera y total de la dignidad, para
someternos a al juicio estatal y general, allí la dignidad puede ser muchas cosas,
pero nunca autenticidad y mucho menos plenitud del ser individual.
¿QUE VARAS SON UTILIZADAS PARA MEDIR LA DIGNIDAD?
La respuesta a esta pregunta puede reforzar más la conclusión
brindada anteriormente, en donde, la dignidad es avalado por factores ajenos al
ser.
Por ejemplo, el siguiente es un pensamiento común: “los
seres humanos pueden aceptar perder muchas cosas, menos una: su dignidad”.
En un pensamiento así, reflexiono: “si la dignidad forma
parte en la actualidad de una forma de clasificación y de justificación, de una
forma de reconocer valor por parte de terceros hacia nosotros mismos, sino
estamos dispuestos a perder eso, significa que estamos dispuestos a
sacrificarnos con tal de no perder un juicio correcto por parte de los ojos
ajenos, esto es equivalente a necesitar una forma de reconocimiento externa
para con nosotros”.
Sucede que la dignidad, es hoy una mutación desde un estado
de plenitud hacia un estado individual artificial, y es ahí donde nos
encontramos con un sinfín de varas artificiales de medición, las cuales se
encuentran relacionadas entre sí; aquí hablaré de dos tipos de medición de la dignidad
de las personas:
VARA COMPETITIVA
A lo que me refiero con una vara competitiva para medir la
dignidad, es al momento en que, se nos dice y se nos afirma, que todo individuo
tiene derecho a una educación “digna”, pero lo que no se nos dice, es que nos
educan para ser competentes, para que cuando llegue la hora de producir seamos
lo más eficaz posible, entonces, la educación que todos recibimos no es más que
una forma de pre-preparación laboral, ¿o acaso la educación nos invita a
descubrirnos individualmente no ya en cuestiones materiales y productivas, si
no en cuestiones de plenitud relacionado a lo que nuestra naturaleza desea?
Partiendo de esa base, muchos van por la vida midiendo la
competitividad del resto y concluyendo, dependiendo del resultado de medición,
si una persona es digna de estar donde está, pero no para identificar una
injusticia, sino con una malicia envidiosa, porque no existe la pregunta ¿Qué tal
ser humano esté ahí es un hecho de justicia? Sino más bien ¿Por qué él está ahí
y yo no? Pero la vara competitiva de la dignidad, no es solo eso, y hasta
cierto punto se la puede identificar con la meritocracia tan de moda a día de
hoy. Esto es, que la dignidad puede usarse tanto para romantizar, justificar, o
culpar por la desigualdad reinante, a quien sufre la desigualdad en carne
propia. La dignidad competitiva se basa en echarle la culpa a cada cual de su desgracia,
que equivale a decir: “si estás tan mal en la vida es porque te lo mereces”, es
decir: “yo no soy culpable de la indignidad sistemática, no soy culpable de que
alguien no sepa vivir esta vida que tenemos, que no sea competente en la misma,
yo soy digno, estudio, me esfuerzo, trabajo y consigo lo que tengo con mi
sudor, así que el que la pasa mal, tiene que intentar no incurrir en la
ilegalidad debido a su situación, sino perdería la dignidad, y además,
esforzarse hasta casi morir si es necesario para poder salir de su situación desgraciada,
EL QUE LA PASA MAL TIENE QUE APRENDER A VIVIR”. Esta es la vara de la dignidad
del súper YO competitivo, y como vemos, parece ser que la dignidad siempre pasa
por respetar todas las reglas, más que por un bienestar y una autenticidad
individual. También, la dignidad, puestos los individuos a competir unos con
otros, es una forma de absolución de culpas sin hacer indigno al absuelto sino
todo lo contrario, enaltecerlo.
VARA SOCIAL
Si el modelo de dignidad dictado por el estado y las leyes
no pasa por tener un buen pasar económico, no pasa por inteligencia y no pasa
por la clase social en la que uno se encuentra, ¿Por qué entonces son estos
factores los que entrarán en juego para conseguir la felicidad? Aquí es donde
entra la vara social, a la hora de medir la dignidad artificial de un
individuo, ya que se convierte en regla la excepción. Me refiero a que hacemos
del sufrimiento diario algo poético, y pareciera que cuanto más difícil y más
dura es la vida, más digno es luchar. La sociedad cree que hacer lo que sea necesario
(dentro de las reglas) por más malestar que uno tenga es un acto digno, y
sucede que es todo lo contrario, pero este enfoque tiene una justificación y es
la siguiente: “cuantos casos hay de gente que con esfuerzo y dedicación logro
un buen pasar en la vida, cuantos casos hay de gente que sufrió y tuvo una vida
dura, y así y todo con sacrificio llegó al objetivo de salir adelante y lograr
un buen pasar”, pues sinceramente, muy pocos, y ahí es donde la vara social
deja ver su error: creer que el sacrificio individual de alguien que haya
logrado mejorar su situación es un modelo obligatorio a seguir para todo el
resto. Para ser más explícito, la vara social es: “para estar bien, hay que
sufrir y no perder la dignidad”; una forma de poner a prueba este punto es: en
una charla con amigos, o en una mesa familiar, si dijéramos lo siguiente seríamos
unos vagos e incompetentes al sistema: “mi deseo es el de una vida en la que
uno pueda hacer aquello que ama, sin tener que sacrificarse, sin tener que
exponer el físico y la salud a décadas y décadas de maltrato, en pocas
palabras, ser feliz y no preocuparse por las obligaciones o en su defecto no
tener que estar obligado a responder por las mismas”. ¿Por qué esto generaría un
griterío? Porque te responderán que la vida es así, haciendo uso de la vara
social para medir la dignidad: sufrir y seguir las reglas es digno. Otra cosa
que deja escapar esta vara social de dignidad, es creer que el círculo tiene
fin, pero el mismo está hecho para nunca acabar, que es lo mismo a decir:
dejarás de sufrir solo el día que te mueras.
¿CUAL ES EL FIN DE ESTA FORMA DE MEDICION QUE ENTENDEMOS
COMO DIGNIDAD?
Viendo todo esto, pareciera que la justificación de la
dignidad no tiene sentido, pero sí que lo tiene, solo que no para quienes son víctimas
de la dignificación.
La dignidad, alejada del hombre como fin del bienestar del
mismo, fue puesta en un lugar casi de divinidad, y enaltecida como valor
supremo de los individuos, sucede que el tipo de dignidad así establecida es, además
de artificial, un comodín de justificación; esto en un caso extremo, pero, sin
embargo, día a día utilizamos nuestra dignidad y la ajena como moneda corriente
para la toma de decisiones y la creación de juicios, pensando que son nuestros
valores naturales los que hablan y no dándonos cuenta de que son valores sistemáticos
y artificiales los que nos llevan a conclusiones. Nunca llegamos a conclusiones
y verdades como un “ser humano natural”, sino más bien como “un ciudadano
sujeto de derecho”.
Y esto está pensado y creado así a propósito, es artificial,
la dignidad, divina, suprema de nuestros valores, pasa a ser la guía de
nuestras decisiones y nuestros pasos, pero vamos ciegos sin poder ver que es la
mejor y más perfecta dosis inoculada de autocontrol ante las injusticias y
constantes abusos de poder.
Por lo tanto, querer ser digno en el mundo de hoy es un gravísimo
error, querer ser digno con nuestros pasos, es auto consumir la más perfecta
droga para que los poderes hagan con todos nosotros lo que quieran sin
encontrar ningún tipo de resistencia, la dignidad es una herramienta para
perfeccionar nuestro silencio.
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