Judíos sin dinero, de Michael Gold. Reseña.

¿Qué puede uno esperar de un libro algo perdido dentro de la biblioteca personal? 

Este libro, "Judíos sin dinero" fue uno de los tantos que me han regalado ( en un lote de unos 126 libros). Y el mismo es parte de una biblioteca judía, una colección que venía en el lote de libros mencionado. 

Debo confesar que lo subestimé, que subestimé la colección judía por completo. Pensé, de forma estúpida, que no podría llamarme la atención, al parecer soy aún un perro con prejuicios. 
Sin embargo, en esa búsqueda personal de conocer, en una predisposición a estar abierto a leer, ví en "Judíos sin dinero", un tesoro, lo reconocí al instante (luego de pasado ese tiempo de desinterés). 

Y luego de leerlo, confirmo, es un tesoro, olvidado en la historia que avanza hacia el sencillísimo ignorante. 

Por lo que pude investigar, sus ediciones son algo dificiles de encontrar. No hay muchas en español, eso le agrega puntos en mi valoración. Y con esto me refiero a que jamás podré desprenderme de esta novela exquisita. 

El autor. Michael Gold.
Por lo que he investigado, Michael Gold fue un activista a favor del comunismo, escritor y director de periódicos con ese corte político y que en algún momento de su vida, debió exiliarse en México ya que, en los Estados Unidos, por esa época, estaba prohibido ser comunista. 

Debo decir que su narración y su capacidad como escritor (demostrada en la novela que ahora reseño) es exquisita. Siempre me pregunto cómo es que estás joyas se pierden y quedan olvidadas. 

Aunque me alegra haber dado con la misma. Queda esa pena de saber la poca difusión que la misma tiene. 
Por supuesto, hay algo de esperanza, hay otros lectores alrededor del mundo que se han encontrado con esta novela, de una forma parecida a la que me sucedió a mi. Ellos, han podido ir bastante más allá que yo y han logrado dar a sus alumnos, la tarea de leer esta novela. Aquí dejo el artículo para que puedan leerlo. 

Sentimientos
Todos los libros despiertan algo, pero pienso que solo algunos, pocos... Logran partirte al medio, entristecer, hacer reír en ciertas partes, pero ojo, no una risa feliz, solo una risa y ya. 
Esto es este libro para mí, una pieza de arte agridulce, que llevaré toda mi vida. 
Y eso se refuerza al saber que es una novela autobiográfica. 

Aquí quiero dejar algunos fragmentos que fui marcando a lo largo de la lectura del mismo, sí, los libros se marcan. 

Nosotros los torturábamos, ellos nos torturaban a nosotros. Era la pobreza. 

Cuando un abría la puerta de su casa, siempre había algún gato tratando de meterse dentro. Eran capaces de estarse días enteros tendidos junto a la puerta, olfateando el tufillo de la comida hasta volverse locos. 
Los gatitos recién nacidos se morían tranquilamente en todas las esquinas, débiles y viejos antes de haber aprendido a jugar. 
A veces mamá le dejaba a uno apiadarse de un gatito y darle un platillo de leche, que él lamía furiosamente con su diminuta lengua. 
Pero después había que entregarlo otra vez a la crueldad de la calle. Había demasiados gatitos. La desgracia de los gatitos era demasiado gigantesca para la compasión de un niño. 
Yo perseguía a los gatos con los otros chicos: nunca fui muy compasivo, pero en esta tarde de lluvia tuve lástima de la pobre gata madre, y me puse a pensar: ¿Hizo Dios a los gatos? 

...

Se dice que la aurora es bella, ¿Pero dónde? En la azotea a nadie le gustaba esta hora en que el rojo resplandor aparecía en el cielo pálido como en la mejilla de un tísico. Era entonces cuando llegaban las nubes de moscas y no se podía dormir. Ya estaba allí el día húmedo, y la realidad, y la pobreza. 

...

Allí el Estado lo "reformó", enseñándole cuidadosamente a ser criminal y quitándole un ojo. 
¿Hay algún bandido tan cruel como el Estado actual y con menos corazón? 
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También en el mismo sentido, continúa... 

Todos temían a Luis. Llevaba siempre consigo una pistola. Había matado a varios hombres y era susceptible cómo un gato. El Estado había convertido a un muchacho taciturno y desgraciado en esta perversa culebra que daba un golpe de muerte a la menor provocación. 

...

Las palomas, como los hombres se domestican fácilmente dándoles de comer. 

...

Las máquinas repiqueteaban; el vapor silbaba; las muchachas charlaban o tosían; buhoneros y parroquianos entraban y salían, discutían, regateaban. Aquello era una Babel a todas horas, un escenario de tragedia mezquina, de esclavitud mezquina; otro de los infinitos negociuchos de poca monta que hay desparramados por el East Side y que no tienen más que una  razón de ser: mantener una familia. 
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1 Comentarios

  1. Los judios no me interesan tampoco los catolicos Me gusta la gente libre sin religion ni locuras

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