Un poema de: "Fervor de Buenos Aires", de Borges.

 

Leer a Jorge Luis Borges es algo que parece obligatorio, y para muchos también es algo difícil de poder hacer; por el lenguaje, por las eternas referencias de su impresionante capacidad lectora, y por la inagotable creatividad para desarrollar laberintos y aferrarlos a cada frase.

 

Sin embargo, a mí, personalmente, la dificultad en leerlo se argumentaba en el conocimiento sobre su vida, o mejor dicho, sus reflexiones políticas/filosóficas fuera del ámbito de su creación literaria. Ciertos puntos en contra, me hicieron, hasta este momento de mi vida en que me encuentro leyéndolo, evitar su lectura. Una postura bastante estúpida.

Hace poco me descargue su obra completa, y comencé leyendo “Fervor de Buenos Aires”, y me encontré con la exquisitez de poema que les dejo a continuación:

 

AMANECER

En la honda noche universal

que apenas contradicen los faroles

una racha perdida

ha ofendido las calles taciturnas

como presentimiento tembloroso

del amanecer horrible que ronda

los arrabales desmantelados del mundo.

Curioso de la sombra

y acobardado por la amenaza del alba

reviví la tremenda conjetura

de Schopenhauer y de Berkeley

que declara que el mundo

es una actividad de la mente,

un sueño de las almas,

sin base ni propósito ni volumen.

Y ya que las ideas

no son eternas como el mármol

sino inmortales como un bosque o un río,

la doctrina anterior

asumió otra forma en el alba

y la superstición de esa hora

cuando la luz como una enredadera

va a implicar las paredes de la sombra,

doblegó mi razón

y trazó el capricho siguiente:

Si están ajenas de sustancia las cosas

y si esta numerosa Buenos Aires

no es más que un sueño

que erigen en compartida magia las almas,

hay un instante

en que peligra desaforadamente su ser

y es el instante estremecido del alba,

cuando son pocos los que sueñan el mundo

y sólo algunos trasnochadores conservan,

cenicienta y apenas bosquejada,

la imagen de las calles

que definirán después con los otros.

¡Hora en que el sueño pertinaz de la vida

corre peligro de quebranto,

hora en que le sería fácil a Dios

matar del todo Su obra!

 

Pero de nuevo el mundo se ha salvado.

La luz discurre inventando sucios colores

y con algún remordimiento

de mi complicidad en el resurgimiento del día

solicito mi casa,

atónita y glacial en la luz blanca,

mientras un pájaro detiene el silencio

y la noche gastada

se ha quedado en los ojos de los ciegos.

 

 

 

 

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