Fragmento cartas de Epicuro (a HerĂ³doto)

Conviene, pues, juzgar que cuando entra alguna cosa externa en nosotros, vemos sus formas y las percibimos con la mente. Ni las cosas externas pueden descubrirnos su naturaleza, su color y su figura de otro modo que por el aire que media entre nosotros y ellas; o bien por los rayos o por cualesquiera emisiones o efluvios que de nosotros parten a ellas. AsĂ­ que nosotros vemos viniendo de las cosas a nosotros ciertos tipos o imĂ¡genes de los colores y formas semejantes, arregladas a una proporcionada magnitud, y entrĂ¡ndonos brevĂ­simamente en la vista o en el entendimiento. DespuĂ©s, cuando volvemos la fantasĂ­a por la misma causa de uno y continuo, y conservamos la simpatĂ­a del sujeto segĂºn la conmensurada fijaciĂ³n nacida de allĂ­ y de la plasmaciĂ³n de los Ă¡tomos segĂºn la profundidad en el sĂ³lido, y la imaginaciĂ³n que concebimos claramente por el entendimiento o por los Ă³rganos sensorios, sean de forma, sean de accidentes; Ă©sta es la forma del sĂ³lido, engendrada segĂºn la densidad sobrevenida, o sea el vestigio remanente de la imagen.

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