“Las campañas electorales tienen el mérito de manifestar a la luz del día el delirio que sirve de discurso al poder (ejercicio o deseado). Entre dos campañas se mantiene el discurso del poder como el fuego sagrado por vestales de todos los rangos, desde los pequeños jefes hasta los grandes patrones. La metáfora del sesenta y ocho que se refería al “policía que está en nuestra cabeza” daba solamente una idea parcial, y a fin de cuentas inexacta, de cómo somos poseídos, cabalgados, por el Espíritu Absoluto de Hegel (traduzcan ustedes: el Estado). ¿Acaso no es así, queridos izquierdistas o ecologistas que saben dirigirse a las urnas ciertos domingos en que lo cotidiano, y la cotidianeidad, son vencidos tres a cero por la televisión?”.
Lourau tiene talento para las ironías, pero, así y todo,
logra llegar lejos en sus pensamientos que además de irónicos tienen una gran
cuota de verdad.
Él ve en los momentos de elecciones, el Estado y su fuerza
desnuda cayendo sobre todos, empieza mencionando a las distintas campañas
realizadas por los candidatos, pero es el discurso el que gana la escena, ese
discurso esta orientado a un solo fin, alcanzar el poder, ninguno busca
desarticular el estado o en su defecto, disminuir las fuerzas del mismo o
modificarlo por completo, hacerlo pequeño, sacarle su presencia de Dios en
todas las cosas, no, nadie busca eso, solo busca seguir haciendo cumplir la
función del poderoso ente estatal.
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