El viejo, de unos setenta y pico de años, se queja frente al televisor de los destrozos en plaza dos congresos.
– mirá como rompen los bancos, después pagamos nosotros todo eso.
– preferís pagar cincuenta bancos o miles de millones de dólares que nunca tocaste – le digo, pero no me escucha.
– si, pero después lo pagamos nosotros – que cosa le pregunto – ¡los bancos que están rompiendo esos negros!
– mirá que el presupuesto que están por aprobar, va a hacer que tengas que pagar cosas mucho mas caras que un par de bancos.
– pero que fácil romper lo que pagamos nosotros.
– bueno pero también están luchando por vos – me estaba cansando.
– ¿y quien carajo les pidió que vayan? ¡mirá! ¡mirá como queman los tachos!
Seguí con los mates mientras veía la histeria crecer en el viejo, no entendía la falta de respeto y las piedras a la policía, además de quejarse de los destrozos por los cascotazos.
– che, los gases y las balas salen mas caras que las piedras, y lo que lastima una bala no tiene precio ni arreglo – por supuesto no me escuchó.
Intentaba que me escuchara, no para que piense igual a mí, tampoco para que sintiera que le gané, o para que me diera la razón, quería solamente que se despertara.
Le expliqué que todo el enojo comenzaba de entrada, con el oficialismo presentando textos incompletos y poco claros, que el gobierno se empeñaba en que el dólar se sostendría a cuarenta pesos y chirolas durante todo el 2019, ¿pero por qué habría que creerle? Si se le escapó estando a veinte, no explican como lo sostendrán a cuarenta; le expliqué que todo era una gran maquinaria de hambre, le conté que iba a subir el transporte.
– no sé de que se quejan, acá en el interior es mucho más caro.
– bueno si, pero en el conurbano te podes tomar fácil cuatro colectivos de ida y lo mismo de vuelta – tampoco me escuchó. Además, le dije que si agregabas la luz y la inflación, que la proyectan al 23% recordándole que este año iba a ser de un ya lejano 15% pero puede llegar a ser tres veces ese número, multiplica entonces 23% por tres y tenés un combo explosivo.
– muy caro, muy caro va a salirnos arreglar la plaza, culpa de estos vagos de mierda.
– ¿qué puede llegar a salir el arreglo, unos 50 millones?
– te parece poco.
– y la verdad que si, en comparación con los miles de millones de dolares en deuda, 50 millones de pesos son solo unos cuantos centavos.
– esto es culpa de los peronchos, siempre atrazando.
– si bueno pero gracias a ellos se mantienen las exenciones vigentes para los empleados públicos.
– y esa boludes, ¿para qué me sirve?
– a bue… – la paciencia se me iba.
Yo quería que entendiera que los daños que miles de personas pueden causar nunca se podrán comparar con las carísimas equivocaciones de un ministro de economía.
– no, no es así, a vos te falta mucho pibe.
En el televisor apareció Máximo.
– ahí lo tenés al chorro este, ¡cambia, cambia! Poneme Pamela a ver que escote tiene.
– pensé que te interesa lo que puede llegar a decir mas que verla por las gomas.
– no seas boludo, que me puede decir esa mina, yo viejito y todo me tomo una azulcita y sabes como le doy.
Se quedó embobado y también embabozado mirando Pamela y su brillante panel; no lo pude sacar de la literalidad que el televisor reflejaba, fracasé al hacerle ver que los derechos se defendían así, que a tipos de corbata la única forma de aflojarlos es demostrándole que todos lo vamos a cazar si nos caga la vida; me interrumpió cuando le estaba contando que el pago de deuda era catorce veces más que el presupuesto de salud.
– ya está, me cansaste, me voy a recorrer las farmacias a ver cuál es más barata, sino, no se de donde sacar para los medicamentos.
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